Y al escucharla cantar, se me hielan los huesos, porque me llena y a la vez me vacía. Me hace odiar odiarla por no poder quererla. Al escucharla cantar echo de menos echarla de menos. Echo de menos querer sus abrazos. Pero no, no los quiero, ni la echo de menos. Sólo añoro cuando para mí era la mejor.
Y al escucharla cantar, ocurren mil cosas. Cosas que ella, aunque nota, no comprende. Mil cosas por mi cabeza, pero no por la suya, porque, al escucharla cantar siento pena que, igual que vino, se va ahora que ha dejado de cantar.