Pensamientos espontáneos.

Gracias por entrar.

Espero que mi blog sea de vuestro agrado.

domingo, 27 de octubre de 2013

A mi tía Gloria, fallecida el 25 de Octubre de 2013

Tía Glori, quizá ya no puedas darle al like en este comentario, pero es que la energía no se crea ni se destruye. Y toda la energía que tú rebosabas, ¿a dónde fue?. Fue a parar a todas y cada una de nuestras almas, para hacerlas un poquito mejores, más fuertes, más parecidas a ti. 
Quizá al ser la benjamina haya tenido menos momentos que compartir contigo, pero recuerdo cada uno de ellos, y los guardo conmigo para recordar que una vez conocí a una mujer maravillosa.
Siempre recordaré las comidas para 5 que, en tu casa, cuya puerta siempre estaba abierta a nosotros, acababan siendo para 20.
Siempre recordaré cómo fregábamos tu suelo a base de arrastrarnos en aquellos peluchones gigantes, cabalgando.
Siempre recordaré cómo tirabas de todos nosotros (quisiéramos o no) al arrancar a cantar villancicos todas y cada una de las navidades que he vivido.
Pero ya no cantas. No cantas con tu voz, pero cantas con la mía. Te lo aseguro, tía Glori, yo cantaré por ti y contigo. Siempre.
Simplemente, quería que supieras que por aquí no te olvidaremos.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Creerse artista por amor.

Sería genial ser divertida siempre, pero no lo soy.
Ser la chica perfecta, pero no lo soy.
Ser capaz de no preocuparte cada momento, pero no lo soy.
Ser la que te alegra cada mañana, y no te hace rabiar, pero no lo soy.
Ser alguien sonriente y estable, pero no lo soy.

Podría ser la más guapa del mundo, pero no lo soy.
Podría ser la más lista del mundo, pero no lo soy.
Podría ser la más fuerte del mundo, pero no lo soy.
Podría escribirte todos los días, pero no lo hago.
Podría tenerte de buen humor todos los días, en vez de enfadarte, pero no lo hago.

Tendría que ser mejor. Pero no puedo evitar tener errores garrafales.
Tendría que aprender a explicarme, ya que por mi boquita salen perlas negras.
Tendría que estar siempre para ti, pero no ... no te merezco. 
Tendría que agradecer siempre el hecho de que me aguantes. Pero soy idiota.
Tendría que dejar de dar por sentado que estás en mi cabeza y lo conoces todo.
Tendría que hacerlo. Pero esque siempre rondas por aquí dentro...




Y... aún así, me amas, yo lo sé. Y yo soy tuya entera. Y aquí... no hay peros.



sábado, 6 de octubre de 2012

El condicional ya no promete.

  Y al escucharla cantar, me gustaría no aborrecerla. Me habría gustado no tener que odiarla, que sentir esta repulsión involuntaria que aflora cada vez que me roza la mejilla con su mano. Me gustaría poder quererla, y admirarla como lo hacía antes. Al escucharla cantar, me gustaría que me hubiera enseñado a mí, o que hubiera podido cantar mientras yo tocaba cualquier canción sentada al piano. Me gustaría, sí.
  Y al escucharla cantar, se me hielan los huesos, porque me llena y a la vez me vacía. Me hace odiar odiarla por no poder quererla. Al escucharla cantar echo de menos echarla de menos. Echo de menos querer sus abrazos. Pero no, no los quiero, ni la echo de menos. Sólo añoro cuando para mí era la mejor.
  Y al escucharla cantar, ocurren mil cosas. Cosas que ella, aunque nota, no comprende. Mil cosas por mi cabeza, pero no por la suya, porque, al escucharla cantar siento pena que, igual que vino, se va ahora que ha dejado de cantar.


martes, 17 de julio de 2012

Pensamientos de Metro.

Supongo que no seré la única. La única que llegó un día, se paró a pensar, y dijo "cómo ha cambiado todo desde hace un año". Todo. Absolutamente todo. Y claro, con el cambio en la vida, viene el cambio en el pensamiento, en la concepción del mundo que rodea a uno. 
Donde antes había curiosidad, seguridad y ganas, ahora hay desconfianza, miedo y fuerza de voluntad. Eso, esa desconfianza, me lleva a pensar... ¿Qué significa la palabra "siempre"? Tiene un significado eterno, se supone, pero claro, hoy en día a las palabras se las lleva el viento. Y más cuando una pierde aquello que seguro que era para siempre, cuando pierde la confianza en la palabra, ¿qué queda?. Queda esa bendita fuerza de voluntad, queda el apoyo de algo que te empuja y te permite seguir. El apoyo de alguien, que tira de tu mano cuando tú, a regañadientes, te dejas guiar apartando la mirada de lo que está por venir. Apartando la mirada para ver el ayer, observar cómo se hace cada vez más pequeño y menudo lo que dejas atrás a medida que el tiempo va separando el pasado del presente. 
  Como alguien dijo alguna vez, llevamos demasiado tiempo manteniendo algo porque sí, por no romper algo tan largo. Y no se puede arreglar. Y es que a veces uno se levanta al espejo y se pregunta si merecería la pena el día que va a vivir si éste fuese el último, y cuando demasiadas mañanas la respuesta es "no", algo debe cambiar. El hombre que dejó en el mundo este pensamiento también cambió, también miró atrás y suspiró por el giro que su vida había tomado en el último año. Y ahora yo, más joven, inmadura y novata en la materia de la vida, miro atrás y no puedo más que preguntarme qué es lo que cambiará si me doy la vuelta, miro al frente y planto cara a mi futuro. 
  Y al darme la vuelta, ver que quien tira de mi mano sonríe, y sonreír de vuelta. Y al darme la vuelta, ver todo lo que dejaré atrás, y afrontarlo con fuerza. Y al darme la vuelta, olvidar lo que me dañó tiempo atrás, y aprender de ello. Y al darme la vuelta, caminar con la cabeza bien alta.

lunes, 30 de abril de 2012

Under the Willow.

Y aquí he acabado, en este río, fluyendo. Todo empezó en aquella nube, que me dejó caer escapándome de sus garras. A parar fui al árbol que ha sido mi vida, que es alma, de esta ribera. Ese sauce llorón que me ha acunado cayendo de hoja en hoja, dejando parte de mi esencia en ellas; regalándoles parte de mí. Con furia caí, con furia me estampé contra las imponentes ramas más altas, con furia comencé a bajar; furia que desapareció a medida que, con su elegancia, me deslizaba bajando por los interminables brotes y brácteas. Cariñosamente me acariciaban guiándome hasta lo que ahora es mi lecho, el río. Aún me aferro a la última punta verdosa de la planta, la que me dejó escabullirme hacia el arroyo, que, tan larga como es, se deja mojar por nosotros; la fuente de su existencia y la de todos, el bien más preciado de este mundo; el agua.

jueves, 22 de marzo de 2012

Fénix.


  Presión. Sientes el vaivén del agua en tus pies. La brisa del mar en tu cara. Dolor. Tu mente vuela lento pero alto, viendo todo desde arriba, haciéndote sentir pequeño. ¿Qué he hecho mal?
 Autocompasión. Al verte, lamentable, sentir pena y asco de ti mismo a la vez. Te tratas de preguntar una y otra vez por qué te sientes así, qué razones tienes para sentir un agujero negro que carcome tu alma. Silencio. Te dejas llevar lentamente por tu amargura, sintiéndote peor. Culpa. De ser tú y sólo tú el responsable de tu estado, de tus autoquejas que no deberían ser así.  Está todo del revés.
 Microexplosiones. Del corazón que, bajo una fachada inalterable de calma y felicidad, esconde rabia. Ira. De ser incapaz de controlar tu vida. Sentir que se te escapa la felicidad como el agua entre los dedos. Luz. Al pensar en él. Abismo. Al volver la vista a todo lo demás. Sonrisa. No estás solo. Sollozo. Quizá sí a estas alturas del camino de tu mente. Baschwitz, Baschwitz... ¿qué has hecho mal toda tu vida?
  Amargura. ¿Por qué vuelve todo ahora? Fragilidad. Y no fortaleza, sentirse como una muñequita que, sola en su caja de música, da vueltas al son de una melodía frágil, frágil como ella, frágil como yo. Lágrimas. Que clamas en silencio por que acudan a tus ojos, pero se han secado de represión ejercida año tras año, día tras día. Golpe tras golpe. Miedo. A no entender nada. Ganas. De salir y poder entenderlo. Anhelo. De ser capaz de ser fuerte. Pena. De saber que es cierto que no eres más que un árbol en el bosque, caído por la tormenta en la cuneta de una carretera, aparentemente robusto, pero roto, partido, mustio, seco. Desilusión. A veces lo que creías tu vía de escape es justo tu veta, la fuente de tu desilusión. Dudas. De si romper con el mundo y comenzar de nuevo. Ataduras. Saber que te retiene más de lo que te espera. Decisión. Seguir. Inseguridad. No saber cómo. Confusión. Un hilo de pensamientos sin coherencia.
  Correr. Volar. Huir. Esconderse. Pensar. Perderse. Encontrarse. La muerte del cisne. El nacimiento del fénix.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Cajita de Música.

  Primero sientes desconcierto, una desorientación tremenda. Tus piernas no responden, tu cerebro está paralizado, y tu mente, en blanco. Te quedas ahí sentado, con el sol acariciándote en la cara, solo, sin ganas ni fuerzas para retornar a casa. Todo es rápido, el mundo se mueve a tu alrededor, pero tú estás estancado ahí, sin siquiera moverte, tan sólo, estando.

  Empiezas a concienciarte, a ser consciente de lo que ha ocurrido; todo ha acabado. ¿Desesperación? No. Más sensación de estar completamente perdido, sin vida, sin fuelle. No ser dueño de tu cuerpo y tener la mente embotada, ver desde fuera cómo brotan lágrimas que no deberían estar allí. Que eres un chico fuerte, te dices, que tú nunca lloras. Pero tu cuerpo no es tuyo, sino de las circunstancias. Que no piensas en las maravillas que te siguen de cerca, que sólo brotan lágrimas. Que sólo piensas en que no entiendes nada, que no crees que todo haya sucedido. Las nubes empiezan a disiparse, y consigues pensar en comunicarte con el mundo, explotar, y brota la furia. Palabras que murmuras para desahogarte, pero que realmente no hacen ni dicen nada. Risa histérica. Como un loco que se balancea en el rincón de una habitación ves que, en medio de tu locura, te ha observado. Sientes furia, culpa, autocompadecimiento, todo mezclado a la vez. Acabas pensando que el culpable no importa, sólo que tienes que levantarte y volver a tu nuevo mundo. Pero no eres capaz aún.

  Como una sentencia, caen sobre ti las verdades. Te das cuenta de que sólo te vienen a dar el remate, que sólo te producen furia. El orgullo se abre paso, tus piernas despiertan, y sólo desean llevarte a casa. Por fín eres tu dueño. Tus pasos son pesados, te sientes vacío, tu mirada está borrosa y tu mente confusa. Pero te has levantado, has emprendido el camino de vuelta. Regresas al punto de partida, a comenzar un nuevo mundo. A pensar que el anterior no fue una pérdida de tiempo, sino otro capítulo, otra repetición de la melodía de una cajita de música.

martes, 6 de septiembre de 2011

Ven, pequeña Alex.

Ella se sentó en el sofá, donde le indiqué. Miró con ojos golosos el cuenco que le tendía. Helado de turrón. Mi favorito y el único del que siempre disponía en mi congelador. Yo daba sorbos pausados a mi té de vainilla y caramelo. Su favorito y el único que siempre tenía listo para ella, la madre de la pequeña qe ahora se encontraba frente a mí, sentada saboreando satisfecha el dulce.
-Tía, ¿cómo era mamá de joven?
Aquella pregunta que llevaba rondando en su cabeza mucho tiempo por fín salió de sus labios. Sus ojos curiosos y grandes del mismo color que los de su preciosa madre me instaban impacientes a contar mi, bueno, nuestra, historia.
-Mi pequeña Alex... tu madre era como un rayo de sol viviente. No tenía vergüenza de ninguna clase, era totalmente espontánea...
-¿Espontánea? ¿Qué significa? ¿que explota?
No puedo evitar una sonrisa y una mirada perdida hacia la personita que tanto me recordaba a mi princesa con aquellas preguntas curiosas pero jocosamente absurdas.
-Espontánea, auténtica, que se desenvuelve según el momento improvisando genialidades como por arte de magia. Tu madre me trajo más de  un ataque de risa cuando éramos pequeñas.
-¡Mientes! Os seguís riéndo mucho. Papá y el tío dicen que sois iguales todavía a cuando érais niñas.
Mi sonrisa se transformó en una carcajada amplia.
-Cierto es. Y es algo que siempre he amado, amo y siempre amaré de ella. Éso como tantas otras cosas. Ella conseguía sacar mi parte más absurda, mi sinceridad completa. No, ella no es mi amiga. No es mi hermana. Ella es una parte de mí misma. En cuanto crezcas quizá sientas tú lo mismo por tu primita, éso esperamos. Porque es maravilloso. Ella me hacía salir cuando no me apetecía y, aunque te parezca una locura, tu madre y tu tía salían con peluca a la calle. Cantaban, silbaban, reían y contaban chistes a la vez a quienes preguntasen... y a quienes no también. Oh... es algo que poca gente entendería en su plenitud. Tu mamá sabe qué pienso y cómo lo pienso. Entra en mi cabeza y lo desordena todo con tan sólo mirarme, porque ya sabe qué ronda en mis pensamientos.
- ¿Mamá lee la mente? ¡Qué guay! ¿Yo también seré una superheroína como ella?
Entre risas y a duras penas seguía mi monólogo mientras aquella imagen viviente de mi pelirroja favorita seguía escrutándome con sus ojitos y su boca llena de helado.
-Tu madre es una superheroína. Pero para éso no necesita super poderes. Es brillante por sí misma. Y ojalá seas tú como ella. Aprende mucho, porque es divina. Haz caso a tu mamá porque hay pocas como ella. Pero no, no lee la mente. Pero lleva tanto tiempo invitándome en silencio a pensar en voz alta que conoce mi mente casi mejor que yo. Tanto tiempo... ya sabes que la conocí un 22 de Junio de hace ya unos años. Yo no me acuerdo, ¿sabías?
-¡Claro que no te acuerdas! Fue el día en que ella nació y tú tenías sólo un año y medio. Lo sé, me lo habéis contado ¡mil veces, tía! ¿Y jugábais como yo?
-Cuando teníamos tu edad jugábamos con mis muñecas o con las suyas si estábamos en alguna casa. Si estábamos fuera jugábamos con lo que fuese, aunque ella siempre ha llevado genialidades encima. Cualquier cosa, pero siempre algo que nos daba diversión. Todavía lo sigue haciendo, ¿o esque tú nunca has jugado con las tonterías que lleva en sus bolsillos de la chaqueta?
-Es verdad, mamá siempre tiene cosas divertidas para mí.
-Tu madre siempre ha sido perfecta en su ser. No hay otra como ella, aunque alguna vez te regañe, créeme que tiene un corazón más grande que todo este mundo. Siempre ha estado conmigo. Alegrándome con sus canciones, cuando cantábamos a los Beatles que tú ya conoces gracias, cómo no, a ella, bailando absurdamente entre la gente conmigo, contándome sus historias, leyéndome sus escritos, tirando de mi mano por la vida. Más que crecer, ha evolucionado a versiones, si era posible, aún mejores. Y con cada versión, iba ahondando más y más en mí. Si ahora me quitaran a tu mamá... me volvería loca de remate en caso de que siguiese viva, Alex, Alex... es tan...
En ese momento entró mi gatito, mi Ringo. Se sentó agitando su rabo y con un maulllido anunció que había oído la puerta. Éso significaba el final de nuestra conversación. La pausa, porque Alex sabía que siempre que nos quedábamos a solas yo le hablaba de mi princesita. De su mamá. De esa chica que me saca todas mis sonrisas estando siempre a mi lado. De esa chica que en ese preciso instante entraba por la puerta de mi casa con su llave que sí, poseía. Aquella chica a la que amo con locura. Irene Barredo.
-Ven, pequeña Alex, vamos a saludar a mamá.

lunes, 18 de julio de 2011

Y tú, ¿Qué harías sin ella?

¿Han pensado alguna vez ustedes en suprimir la música de su vida? Sí, párese a pensar un segundo. Es posible que ahora esté escuchando alguna canción, tarareando o tan sólo pensando, pero ahí está; la música que acompasa su corazón. Y además, literalmente. ¿Qué? Yo se lo explico. Póngase a dar palmas, al ritmo que quiera, uno que le sea cómodo. ¿Sabe? ¡Está aplaudiendo exactamente al ritmo de su corazón! Sí, sí, como se lo digo. Al ritmo de su corazón. Y es que está en el mínimo recoveco de nuestro ser, casi guiando nuestra existencia. Y... oh, sí, es reconfortante. Crear música llena tu vida, crearla, sentirla, bailarla... Por éso se le "pegan" las canciones, la música está en su interior allá donde vaya y lo sabe, sabe que sin ella ni vive ni muere. No piense que es todo alegría; es ¡un mundo! Transmite cualquier sentimiento, cuando se asusta en una película de miedo, ¿no va siempre acompañada de melodías escalofriantes? ¿Cómo cree usted que la gente no moría de aburrimiento en el cine mudo? ¿Por el flamante protagonista? Pues claro que no, ¡señor! ya sabe por qué es. Ahí lo tiene, amigo. Párese a pensar si no se volvería usted loco sin ella.